viernes, 14 de enero de 2011

T U N E Z



Según cifras oficiales son 23 muertos en las manifestaciones que han tenido lugar en Túnez, en estos días; según la oposición la cifra es bastante más dramática, pues esta cifra se eleva hasta 66; en cualquier caso 66 cadáveres de seres humanos sacrificados en aras del mercado es insoportable, sin que se haya levantado una sola voz desde la izquierda europea en defensa del pueblo tunecino, harto de ser maltratado por un puñado del corrupto entorno presidencial.

Sean 23 0 66, me inclino a creer en 66, es aterradora cifra para un pequeño país -más o menos un tercio de España- y me importa destacar que tras la aparente calma vivida hasta la explosión de ira popular acontecida por la muerte del informático vendedor de verduras, nadie hubiese previsto que los hechos se sucedieran con la velocidad que lo hacen, sencillamente porque la contención popular se va colmando sin signos aparentes de cabreo, porque tal malestar no puede expresarse, no por falta de cauces, sino porque nadie confía en tales cauces, y además porque, de algún modo parece que las cosas “siempre han sido así”, y “siempre lo serán”, por eso cuando la chispa se produce prende rápidamente en un ambiente cargado, entonces son inevitables los muertos, siempre del mismo lado.

Está claro que los acontecimientos tunecinos tienen un primer responsable en el presidente Ben Alí, a cuya sombra, un entorno corrupto, copó negocios, tierras y beneficios, asfixiando económicamente a una población que no ha encontrado mejor respuesta que la que tiene lugar actualmente, pero hay toda una gama de responsabilidades que atañen a todos los que sabiendo los entresijos, callaron y prefirieron dejar hacer. Igualmente, la responsabilidad del policía que volcó el carro de la verdura, ni pensó de lejos inducir a su propietario a quemarse poniendo fin a su vida, pero los policías, que disparan a la multitud sabiendo de que va la cosa, son cómplices del presidente corrupto, y deben negarse a aceptar ordenes en ese terreno.

Desde aquí, desde Europa, y particularmente desde España, los sindicatos y partidos de izquierdas deben de organizar sin tardanza una manifestación unitaria en defensa del pueblo tunecino, y en general, de los ciudadanos magrebíes, por el derecho a trabajar en sus países sin tener que salir de ellos para venir a buscarse aquí una vida precaria.
             
                                                                   jmrmesas            

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