REFLEXIONES
SOBRE LA NACIÓN Y LA LENGUA
Parece
conveniente dedicar alguna atención sobre quienes componen la nación
y si la lengua es el factor más importante en lo tocante a la
nacionalidad porque a mí no me parece que lo sea, de hecho, Suiza,
una pequeña nación – en términos de espacio territorial –,
pero un gigante en cuanto a potencia industrial y financiera, tiene
cuatro lenguas oficiales, alemán, francés,s italiano y romanche;
tiene, ademas, un ejercito formado por milicias, en la que la única
unidad fija y permanente es un escuadrón de alerta y control que se
encarga del espacio aéreo, por lo tanto, no parece que la lengua sea
lo más decisivo en el mantenimiento de la unidad nacional; ni
siquiera Estados Unidos tiene un idioma oficial, aunque el inglés
sea el idioma dominante, por lo tanto, parece conveniente detenerse
en los intereses.
No
hace falta que lo diga, pero el runrún del asunto de la
independencia catalana lo veo como una dispersión de la fuerza del
pueblo trabajador más que como una autentica necesidad del pueblo de
Cataluña, porque como las elecciones expresaron, ni siquiera en
coalición– JxSI–, las sensibilidades independentistas catalanas
tienen mayoría, sin embargo, el sentimiento de tener una identidad
distinta y querer expresarla colectivamente en unas elecciones de
autodeterminación merece tenerse en cuenta. No se trata, como dice
el PSOE, de encontrar la fórmula en la que Cataluña se sienta
cómoda, se trata de zanjar una cuestión que atañe a la necesidad
de aceptar que la soberanía popular debe de ser reconocida como
fuente de legitimidad y eso significa preguntarles, a los
catalanes, si quieren seguir siendo parte del Estado de España o no.
Por supuesto, desde este cuaderno de apuntes, apuesto por la unidad
del Estado, para ser más fuerte en la lucha contra el capital
monopolista y construir la nación Europa cediendo soberanía
nacional para ganar fuerza como pueblo, como nuevo pueblo, en el
concierto mundial.
CONSTRUIR
UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA NACIÓN
EUROPA
Si
la izquierda quiere hacer las transformaciones estructurales
necesarias para impulsar la sociedad de forma positiva con un coste
mínimo de violencia, tiene que tener claro que el marco nacional,
que el marco del Estado nacional y el nacionalismo heredado, los
nacionalismos heredados (español, alemán, inglés, francés, etc.,
etc.,) son una trampa que la burguesía cosmopolita (española,
alemana, inglesa, francesa, etc.,) puede manipular para engañar a
los pueblos, porque ese engaño es la garantía de su supervivencia,
primero como burguesía nacional, y segundo como clase que garantiza
la supervivencia del caduco modo de producción de mercancías, pero
haciéndolo así el empecinamiento de los burgueses europeos de
querer mantener los corralitos estatales nacionales fomentan su
propia debilidad, porque la burguesía estadounidense sabe que la
garantía para construir un quimérico futuro, exige acabar con
Europa, en cualquier formato.
Un
ejemplo paradigmático que ha pasado como un soplo porque se
destapan, pero no se abunda ni se ahonda, porque sus consecuencias se
evidencian demostrando que la nación no es sino una cortina que tapa
los intereses de la burguesía, ha sido en estos días, después de
las elecciones del pasado día 20D todos los esfuerzos y todas las
señales que se le están mandando al líder del PSOE para que
permita, al menos, por omisión, gobernar al Partido Popular, y esas
señales, esos esfuerzos los están haciendo los poderosos, poderes
de hecho, que no votaron (como instituciones privadas, aunque lo
hicieran como ciudadanos) el 20D, banqueros, empresarios de dentro y
fuera o el propio presidente de la Comisión Europea, Juncker. La
polarización electoral, a pesar de todas las marrullerías ha
arrojado un empate y ha deshacer ese empate se están empleando desde
la patronal a Bruselas, indicándonos indirectamente que las posibles
transformaciones en España pudiesen arrancar una oleada de análogas
esperanzas en Europa.
El
tiempo, inexorable, puede parecer igual para todos, pero convendría
no perder de vista una cierta noción relativista en cuanto a la
capacidad de encogerse o dilatarse dependiendo de la velocidad, y en
este caso, la velocidad la marcan los acontecimientos y el poder de
desencadenar efectos estructurales que posee la burguesía de Estados
Unidos, afortunadamente, contenida por una parte de su propia
nomenclatura recelosa de la belicosidad del complejo militar
industrial, que denuncia maniobras para activar el espíritu de
confrontación con el naciente bloque de los BRICS, porque de ese
modo se podría favorecer un determinado relanzamiento industrial y
hacer que los negocios funcionen, no es cuestión baladí si tenemos
en cuenta que la propia formación de Estados Unidos se hizo
exterminando a los aborígenes americanos y que su industrialización
definitiva estuvo marcada y está marcada por la industria de guerra,
y esto que, a continuación diré, es de mi exclusiva invención,
pero no me parece creíble el desaforado intento turco de rehacer
el imperio otomano, sin un apoyo ni nadie que sople en algún oído
propicio, sueños de grandeza, con el solo propósito de tener ¿una
cabeza de turco en la que descargar las culpas?; es posible que sea
un desvarío de un viejo receloso, pero sabe más el diablo por viejo
que por diablo.
Es
esta una situación sumamente delicada porque la superestructura
internacional requiere cambios profundos en la medida que hay dos
bloques, el complejo militar industrial euro-estadounidense, de
un lado, y los BRICS del otro, y la posibilidad más racional, que en
mi corto juicio, alcanza a ver radica, precisamente en el objetivo a
batir de la burguesía dominante – la de América del Norte –,
queriendo anular o destruir Europa, pero la posibilidad de convertir
Europa en un factor de estabilidad internacional radicaría
en una unión nueva, en construir una nación acabando con los
Estados nacionales – focos de inestabilidad (me extenderé
someramente trayendo a colación una reflexión de un intelectual
marxista de principios del siglo xx o finales del xix: los Estados
de Europa son resultado de la incapacidad del imperio romano de hacer
tributar a sus ricos propietarios, y en esas continuamos) –, y
esta posibilidad es imposible sin plantear abiertamente que ganarían
los europeos de las diferentes naciones, cediendo soberanía,
evidentemente algo que hace necesario un gran acuerdo porque el
factor determinante sería poco creíble solo enunciándolo: no
ser convertidos en carne de cañón, otra vez, no ser
convertidos en ceniza radiactiva, y esto, que puede parecer un
farol, una fantasmada, es lo que se está ventilando, mientras
se ve como se nuclearizan las fronteras próximas a Rusia;
mientras se pergeña la entrada de la OTAN en Oriente Medio; mientras
se infamia la acción bélica de Rusia, fabricando muertos que son
los de la coalición internacional, que como en el caso demostrado en
Afganistán, no tiene reparo en bombardear un hospital, claramente
ubicado; mientras se llama a los europeos a ir a Siria, para no
polarizar la permanencia en Siria en un duelo ruso-americano.
La
debilidad de la izquierda es su falta de internacionalismo, que no
son las grandes ideas sobre la solidaridad, el sacrificio, la
abnegación sino las más cercanas y próximas. La burguesía tiene
ventaja en este sentido, en este terreno, primero porque como
fabricante, la producción no se atesora, hay que venderla,
deshacerse de ella, a veces, incluso con pérdidas – si fuera
preciso –, y esta visión la enfoca con perspectiva de negociar,
acordar incluso con la competencia, de ahí su visión internacional,
que evidentemente desarrolla entre bastidores, con disimulo, porque
no se debe de enseñar al pueblo trabajador que no todo el esfuerzo
está dentro del Estado nacional, en casa como quien dice; la
burguesía sabe, desde la SGM, que su opción es internacional, pero
esta necesidad la oculta y camufla lo mejor que puede para que su
enemigo de clase, el pueblo trabajador no le copie y no extraiga
conclusiones.
El
Estado nacional semeja un campo disciplinario y la burguesía es
fuerte en la medida que puede controlar ese campo generando consenso
y para lograrlo necesita el apoyo de los líderes sociales,
políticos, sindicales, etc., que, teóricamente, están enfrente.
Ese apoyo es vital para que las contradicciones sociales que el
sistema genera, se diluyan y no se muestren tal cual porque entonces
todo se vendría a tierra; la traición explica una parte, pero todo
no se puede explicar cubriendo a los discrepantes de traidores, la
parte más importante está en la creencia de pensar que las cosas
no pueden ser de otro modo, que el sistema tiene cuerda y que aún
no ha sacado toda su faceta positiva, pero su faceta positiva solo
significan armas más mortíferas, las fuerzas productivas
convertidas en fuerzas de destrucción y muerte, porque los
dirigentes políticos no se atreven a reivindicar para la sociedad
ese poder que la burguesía se arroga para ella, y esta es su segunda
ventaja, la inercia de la historia, la creencia de que las cosas no
pueden forzarse, cuando la realidad es un continuo asalto que se
evidencia en esa veloz acrecentamiento de la concentración de la
riqueza generada.
El
Partido Popular ha perdido, la sociedad en España, que es un reflejo
de la sociedad del pueblo trabajador de Europa es mayoritariamente
partidaria de opciones avanzadas. Una legislatura con un gobierno
popular es un lastre, una terrible imposición que la burguesía de
Europa quiere cargar sobre los trabajadores españoles, como antes ha
hecho con los trabajadores griegos, y en ambos casos porque los
dirigentes políticos son incapaces de buscar consenso, pero las
transformaciones necesarias necesitan ese consenso y no va ha ser un
solo partido, un solo partido puede ganar las elecciones, pero las
transformaciones de la superestrutura de Europa para convertir esta
en una fuente de estabilidad internacional requiere acuerdo, en
principio, de la izquierda, en principio de la izquierda de España
que tiene en sus manos la posibilidad de pergeñar una
circunscripción única reuniendo la mayoría parlamentaria
suficiente para abordar esos cambios, para llamar a los trabajadores
de Europa a apoyarlos, en principio, en España, para conseguir ganar
en Europa. Ahora es el momento.
Citaré
a Stephen Hawking que no solo está en contra de la inteligencia
artificial, sino que además es crítico con el sistema capitalista
para argumentar por qué ahora es el momento. A lo largo de la
historia los historiadores han buscado – buscan – datos para
interpretándolos, darnos una visión de nuestro pasado, como especie
convertida en diferentes sujetos, dignos de hacer notar que hay en
común y en qué nos diferenciamos. En tanto que habiendo diferentes
escuelas – modos de interpretar los datos – vuelcan sus
conclusiones públicamente, la sociedad puede extraer conclusiones
con una determinada certeza de imparcialidad y justicia, pero lo que
era una laboriosa tarea de personas dedicadas a conocer la verdad, al
menos, una aproximación más ajustada, las nuevas tecnologías nos
hacen generar datos en cantidades increíbles que las empresas
privadas pueden interpretar dándoles, como poco, un contenido
comercial favorable a petición de quien tenga dinero suficiente para
extraer la conclusión que quiera: puede que sea legal, pero como
parte de las nuevas fuerzas productivas, la izquierda tiene que
reclamarlas para que tales fuente de datos estén sujeto a un control
social, que la sociedad sepa cómo se usan y con qué objetivos.
Más
aun, los datos biológicos que han permitido conocer la estructura
molecular del ADN de alguna especie determinada, y aún más, del ser
humano, tiene que ser patrimonio de la especie humana en su conjunto
y no podemos ni debemos reconocer autoridad legal ni ética, a nadie,
para poseer, en propiedad el ADN de ninguna especie, y menos aun, la
del ser humano, ni siquiera del científico que haya contribuido a su
descubrimiento, y aun menos, a alguien cuyo único mérito es tener
dinero. Reivindicar esto, ahora es el momento, o habrá que esperar
que la élite todopoderosa cree su hombre nuevo perfecto con
el que sustituir nuestra imperfecta humanidad ¿Teme esto Stephen
Hawking? ¿Su recelo de la inteligencia artificial, radica ahí?
Ahora es el momento pero si la izquierda cree que hay que empezar por
el empleo y la educación, que recuerde la necesidad de arrancar
tributos proporcionales a los que más tienen, y empecemos a
construir la nación Europa.
No
partimos de cero, la lucha por la emancipación de la clase
trabajadora para acabar con la explotación de los seres humanos ha
sido una constante desde que la creación de riqueza empezó a ser
notable para nuestros antecesores en la lucha desde el siglo xviii, y
nombres como los del francés Fourier, o el británico Robert Owen, o
los rusos Ogarev, Herzen, Kropotkin o Bakunin a penas si son
conocidos por una minoría de estudiosos, porque la burguesía y sus
ayudantes se han encargado de desmemorizar la lucha obrera, pero
desde Marx sabemos que la explotación tiene causas estructurales
fundadas en la plusvalía y que este modo de producción tiene fecha
de caducidad que es la carencia de utilidad social de este modo de
producción: el incremento de la industria de armamento y la
especulación financiera desatada que concentra propiedad y
acumulación es el corolario más evidente de este proceso, ponerle
fin ahora, es el momento; de lo contrario, dejar hacer, permitir que
el sistema siga su curso, no traerá más que desgracia, por tanto,
ahora es el momento.
jmrmesas
veinticinco
de diciembre de dos mil quince