lunes, 21 de diciembre de 2015

RELACIÓN ENTRE FUERZAS PRODUCTIVAS Y SUPERESTRUCTURA



LA RELACIÓN ENTRE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS

Y LA SUPERESTRUCTURA JURÍDICA Y POLÍTICA

DESDE LA PERSPECTIVA DE MARX

Echo una ojeada a una cronología del siglo xix que recoge los hitos científicos en los cien años de ese siglo y se contabilizan 26 descubrimientos. Considerando la época, donde la prensa escrita y el correo eran la forma predominante de la transmisión del conocimiento, y que el conocimiento científico era patrimonio exclusivo de los investigadores y sus más próximos ayudantes, así como que las fuerzas productivas estaban en un gran porcentaje compuestas por la fuerza de trabajo y la tracción animal porque hasta bien entrado el siglo, la tracción a vapor y el telégrafo no empezaron a tener significación, se puede entender que la estructura económica de la sociedad, fuera de una relativa estabilidad y que las leyes, las costumbres pareciesen que habían estado ahí desde siempre.

Y sin embargo el siglo xix fue un periodo histórico de grandes agitaciones políticas y sociales en las que se formaron los Estados modernos de naciones como Alemania, e Italia, y donde la clase obrera empezó a organizarse. Los veintiséis descubrimientos, no fueron cualquier cosa, sino que fueron los elementos, las bases del conocimiento que permitió el crecimiento acelerado de las ciencias físicas que un siglo más tarde trastocó toda la estructura de la sociedad, con una profundidad nunca antes observada.

Se descubren las leyes que hacían manejable la electricidad, se formulan las ecuaciones que fusionan la electricidad y el magnetismo; se define la composición corpuscular de la materia poniendo las bases de la teoría atómica descubriéndose la particularidad de la doble manifestación de la luz como onda y partícula descubriéndose los rayos X y el electrón. Se descubre la periodicidad de los elementos y Mendeleiev los ordena en una tabla en la que deja huecos para los elementos aún no descubiertos al tiempo que describe algunas de las características que deberán poseer tales nuevos elementos. G. Mendel descubre las leyes de la herencia genética y C. Darwin hace pública su obra El origen de las especies, que le supuso serios obstáculos personales.

Las fuerzas productivas son la base material que soporta la estructura económica de la sociedad, el conjunto de las relaciones de producción que permite a los propietarios de los medios de producción y de cambio, extraer la riqueza producida por el conjunto social, y esto es fundamental entenderlo de este modo, porque de lo contrario, se entiende al modo de los economistas, y el juego de subidas y bajadas de tal o cual concepto, despista al pueblo trabajador, diluyendo las contradicciones sociales, que no hace otra cosa que empobrecer al conjunto, como demuestran los informes sobre la distribución de la riqueza producida; durante el siglo xix su pujanza aún podía contenerse en los límites del Estado nacional, pero durante ese siglo se pusieron las bases, como he apuntado más arriba, para su crecimiento posterior.

Durante el siglo xix, los descubrimientos científicos, en los diferentes ámbitos del las ciencias construyeron los cimientos y abonaron el terreno, para un crecimiento, casi exponencial de las fuerzas productivas durante el siglo xx, y de ahí hasta el momento presente, su crecimiento no hace más que confirmarse.

Durante el siglo xx el crecimiento de las fuerzas productivas (incuestionablemente, ya la pujanza de las mismas no pueden ser contenidas en los límites del Estado nacional, saltando fuera de los estrechos límites que imponen las fronteras estatales, las cuales pueden contener y limitar a las personas, pero no los procesos de producción y de cambio que son las consecuencias medibles del poder de las capacidades de la producción moderna y sus manifestaciones, que no son otra cosa que los procesos económico-políticos ), podría decirse que arroja una característica peculiar que no hace más que tensar las contradicciones entre las clases porque la estructura económica de la sociedad, puede decirse, que se modifica cada década, es decir, las relaciones de producción empiezan a tener consecuencias terribles, que no son solo las guerras, evidentemente dañinas, sino las consecuencias que las modificaciones de los avances científicos tienen sobre las mejoras de las máquinas y los procesos de producción, liquidando la fuerza de trabajo, porque las fuerzas productivas se automatizan y en ese proceso se destruye a la clase obrera, minando su deteriorada capacidad de constituirse en alternativa por la traición de las cúpulas políticas.

SUPERESTRUCTURA JURÍDICA Y POLÍTICA

Durante siglos los avances, en cualquier orden, eran tan poco notables que los usos y costumbres sociales, base en los que descansaban los códigos que recogían tales usos y costumbres dándoles formas de ley, parecían ajustados a la realidad; como dictados por una sabiduría superior, digamos que, fabulación mantenida por las élites poderosas, dictados por Dios, nada menos, convertido en legislador de tales códigos, tales leyes, habida cuenta de la extensión de las creencias religiosas y de la estrecha alianza entre entre la espada y la cruz en occidente, pero igualmente soportado, en otros ámbitos culturales por la alianza de la fuerza y los credos. Esas alianzas que daban estabilidad a la sociedad, haciéndolo siempre (y así se mantiene), en favor de la clase dirigente, el rey, los nobles terratenientes, y andando el tiempo, la burguesía, el comerciante, el banquero.

¿Cual es la importancia de la superestructura?

La ciencia, en cualquiera de sus manifestaciones y disciplinas, como la producción es la parte viva de la sociedad, es la transformación, el movimiento, la diversidad y la concreción, es la dialéctica, el proceso dialéctico vivo en la que una cosa se transforma en su contrario, sintetizando los procesos. Por el contrario, la superestructura jurídica y política es la sociedad cristalizada, inmóvil, quieta, sin transformación y es en ella donde se recogen los privilegios de los poderosos dándoles apariencia de ser principios generales extensivos al conjunto social cuando no es más que eso, apariencia vacía de contenido. Durante la antigüedad, solo los nobles eran juzgados, y los protocolos garantizaban una justicia solo aplicable a la nobleza, pero el pueblo llano, si delinquía era castigado ipso facto, sin ninguna posibilidad de juicio o apelación.

Es evidente que la superestructura ha ido experimentando actualizaciones, pero el proceso es tan lento que siempre va con mucho retraso, pero la irrupción de las fuerzas productivas en el siglo xx (baste recordar que en poco más de medio siglo el ser humano pasó de construir el primer avión motorizado, que voló unos segundos – 1903 los hermanos Wright – a llegar a la Luna), prácticamente en tromba, nunca mejor dicho, ha hecho de la superestructura jurídica y política un lastre causante del enorme desfase, puesto que las fuerzas productivas, plenamente globalizadas porque sus efectos, empleelos, las fuerzas productivas cualquier país que las emplea, sus efectos no pueden ser contenidos en unas fronteras, por ninguna frontera, y ese desfase es cargado a la sociedad.

Esta característica, silenciada por los partidos políticos, se convierte en un asunto de Estado, con el que chalanean los gobernantes, íntimamente convencidos de la inutilidad de sus negociaciones, causando un perjuicio y un atraso social, y así, la riqueza generada por la sociedad en su conjunto se vuelve contra ella porque las fuerzas productivas no son controladas por la sociedad sino por propietarios privados que no solo cargan el coste sino que se arrogan decisiones que corresponderían al conjunto social, como habría de suponerse, a través de los medios que habrían de establecerse para decidir opciones que escapan del control estatal.

Es la superestructura la que ha permitido ha la burguesía, en menos de un siglo, acelerar el proceso de acumulación y concentración de la riqueza generada socialmente, que se conocen a través de esos informes – Oxfan – sobre el reparto de la riqueza, y que prevé que el próximo año entrante, el uno por ciento de la humanidad tenga más dinero que el noventa y nueve por ciento restante. Pero hay más. El alcance y capacidad de las fuerzas productivas, en manos de una selecta élite, en manos de los burgueses que forman el complejo militar industrial, tiene una significación especial. La sociedad, el pueblo trabajador, fuente de poder y legitimidad, recogida por las constituciones de todos los países democráticos es REHÉN de un grupo de burgueses que no solo expropian al genero humano convirtiéndoles en sirvientes, sino que se arrogan poder de vida y muerte sobre el conjunto del genero humano solo porque nadie se atreve a cuestionar EL DERECHO DE PROPIEDAD DE UN PUÑADO DE LISTILLOS que se amparan en leyes que tienen su origen en tiempos muy, muy lejanos, donde el poder que provenía de Dios no podía ser cuestionado, sopena de muerte.

Las fuerzas productivas son una referencia constante en la obra de Marx que los académicos marxianos silencian, quedando el marxismo reducido a una interpretación de la economía, mientras permanecen veladas las contradicciones sociales que revelan como la sociedad crea la riqueza y a reglón seguido, esta es expropiada y disfrutada por una minoría, sin que los partidos, abandonando cualquier intento de teorización – demostración – impiden que el pueblo trabajador tenga claro que las ciencias y la tecnología aplicada a la producción y a los procesos de producción, en mano privadas es un cepo, un dogal, grilletes que le encadenan y le convierten en esclavo, porque los procesos de decisión se lo han apropiado un grupito de riquísimos burgueses. El cúmulo de organizaciones creadas tras la SGM actualizaron la superestructura internacional de la burguesía hasta el punto de haber permitido a la burguesía, como clase, aprovechar todo los medios para acumular y concentrar la riqueza, en los términos que trato de demostrar, mientras que el pueblo trabajador, la humanidad es ajena a ese fabuloso poder de manipulación y control que tiene la burguesía, y así, gracias, o mejor dicho, desgraciadamente, un trabajador, digamos, español, pero podría ponerse, turco o alemán, podrá creer que la relación de su burguesía con la de sus países vecinos, o incluso, allende los océanos es la misma que la que el tiene con los trabajadores de sus países vecinos, ninguna, cuando, evidentemente eso no es así, como lo demuestran la sucesión de cumbres y encuentros oficiales y oficosos.

La inmovilidad de la superestructura jurídica y política y la falta de lucha teórica (vale decir revolucionaria) que es lo que impide tomar consciencia a la ciudadanía, al pueblo trabajador, no entendida la consciencia como un sentimiento, sino como conocimiento de los factores y los hechos que ciegan la perspectiva, permitiendo que los efectos perversos de las fuerzas productivas, que son perversos porque al estar fuera del control de la sociedad, sin que esta, obviamente, tenga ningún poder, percibiendo tales efectos como contaminación, o peligros inherentes a la alteración de los procesos naturales – la modificación genética, sin control ni garantía, o el expolio que significa obligar a pagar un canon a agricultores, porque una transnacional a patentado la simiente, que empleaban – es la consecuencia del sometimiento de la socialdemocracia a los intereses de la burguesía, sirviendo de ejemplo la presión de Felipe González, empujando para que el partido socialista otorgue un margen de confianza a Rajoy, cuando a pesar de toda la marrullería mediática oficial, la burguesía, no ha podido hacer más que tablas,empate, con la izquierda, por eso, o por esto, la lucha por elevar el poder de la clase obrera hace necesario romper el marco del Estado nacional, enmarcando la lucha en la perspectiva original: proletarios de todos los países, uníos, por eso es necesario construir una dirección internacional, porque mientras la burguesía actualizó su superestructura internacional para luchar contra la ciudadanía, percibida como el enemigo a batir, la clase obrera, el pueblo trabajador, careciendo de dirección, no le queda sino hacer de comparsa, carne de cañon, carne de terrorismo, porque sin teoría revolucionaria no hay revolución, es decir, no hay luchas que vayan a la raíz de los problemas.

La superestructura burguesa, actualizada, en cierto modo, también revela el fracaso de las instituciones legales destinadas a ser árbitros imparciales revelando su inoperancia, como es el caso de la ONU, por ejemplo, cuando Iraq reclama a Turquía porque esta ha invadido su territorio sin su autorización ni conocimiento y se ha de esperar que Estados Unidos reconozca que, efectivamente, Turquía no tenia permiso para hacerlo. Todo esto, y más ejemplos que un lector atento puede descubrir, es lo que ampara una superestructura jurídica y política que ha quedado anquilosada en el siglo xix, sencillamente porque las fuerzas productivas, expresión de la sociedad viva y dinámica, que salta las fronteras porque está en la dinámica del poder de la ciencia, choca con una superestructura, expresión cristalizada, de otra época, porque la clase destinada a ser alternativa que debe de impulsar un nuevo modo de producción, no antagónico, carece de los paladines capaces de reclamar para la sociedad, para la humanidad el derecho a ser plenamente humanos, conscientes, libres, soberanos, semejantes, iguales, por eso la tarea de nuestra época – aun no estoy muerto, pero todo se andará – es construir la dirección necesaria, construir la internacional que deberá alumbrar el futuro.

jmrmesas

veintidós de diciembre de dos mil quince













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