martes, 6 de febrero de 2018

RECUPERAR LA UTOPÍA







RECUPERAR LA UTOPÍA

RECUPERAR LA UTOPÍA PARA CONSTRUIR LA ALTERNATIVA


Me han parecido interesantes las consideraciones de Boaventura de Sousa Santos acerca de la unidad de la izquierda y el interregno, cuyo enlace dejo aquí para los interesados en conocer lo que dice.

Empieza diciendo que tiene preferencias por las cuestiones de fondo más que por la coyuntura y animado por esta afirmación encuentro estos temas que me parecen merecedores de alguna puntualización porque son justamente los que pueden echar luz que desbrocen la confusión y puedan elevar a la clase obrera, cada vez más mermada, de la terrible derrota que supuso, en los hechos, el abandono de la lucha por el socialismo, con todos los fallos que se le puedan atribuir a la lucha de casi doscientos años.

Intentaré responder los temas que me parecen más relevante como los que él denomina el interregno, las agendas explícitas e implícitas y el punto que considero menos elaborado, la unidad de las izquierdas.

INTERREGNO Y AGENDAS

Ante todo el párrafo que transcribo, merece alguna consideración porque no explicita que ese conjunto de teorías y prácticas transformadores no se han evaporado como humo sino que la debilidad actual se debe a la hostilidad de la clase capitalista, de un lado, y a la dejación de la lucha teórica contra el capitalismo, cuando no, a la traición de sus dirigentes: Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han resistido a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que surgieron con la convicción de que puede existir un futuro poscapitalista, una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de la libertad. Sin esta reflexión podría parecer que la resistencia se debilita por estar fuera de contexto, por ser quimérica, cuando es obsoleta, porque no combate al sistema sino que se deja arrastrar por el mismo sistema que quiere combatir.

Cualquier interesado en la historia de la lucha de clases puede notar, cuando lees los acontecimientos pasados, las referencias a la lucha contra la propiedad de los medios de producción que las organizaciones obreras, de entonces, tanto socialistas como anarquistas, tienen presente esa característica definitoria, y concretamente, teóricos socialistas como Jaime Vera se esfuerzan en hacer notar que la sociedad cambia y nada permanece tal cual, porque la transformación es constante y continua, algo que parece no querer entender los dirigentes políticos.

Esta consideración sobre la izquierda puede parecer cabal, pero conviene entender que ese aislamiento es el resultado de la indigencia teórica y política, que supuso la traición, aunque el señor de Sousa es más amable en la definición: Lo que sucede es que las fuerzas de izquierda tienen una enorme dificultad en conocer las experiencias de otras fuerzas de izquierda en otros países y en estar dispuestas a aprender de ellas. Y continua...No están interesadas en conocer profundamente las realidades políticas de otros países ni tampoco dan la atención debida al contexto internacional y a las fuerzas económicas y políticas que lo dominan. La desaparición analítica de las múltiples caras del imperialismo es una prueba de ello. Además, tienden a ser poco sensibles ante la diversidad cultural y política del mundo. Esto último puede ser discutible porque no es desinterés, es el resultado de querer dar respuesta a una situación de contenido, claramente internacional, desde el estrecho marco local, o como mucho, estatal, porque traspasar este marco nos enfrenta con el sistema, como un todo, y dar respuesta a ese TODO implica voluntad y premeditación de combatir el capitalismo y eso requiere proponer y elaborar una alternativa, que no puede ser local sino internacional.

Lo sitúa en 1989 con la caída del muro de Berlín. El mundo que creó el neoliberalismo en 1989 con la caída del Muro de Berlín terminó con la primera fase de la crisis financiera (2008-2011) y todavía no se ha definido el nuevo mundo que le tomará el relevo. Esto que dice me parece inexacto porque no es que no se haya definido el nuevo mundo que tomará el relevo, ni que se haya superado la primera fase de la crisis económica -2008-2011- es que el discurso de la recuperación económica es falso de principio a fin porque la desregulación que produjo la crisis no es que se haya corregido sino que ha habido una enorme transferencia de recursos públicos a la banca privada, en todo el mundo, sin que se haya movido una hoja, y claro está, con esta colosal aportación de los más pobres a los más ricos, la raíz de la crisis, que en términos generales, se ha suavizado, permite al capital financiero estadounidense, presionar para acceder libremente a los mercados nacionales que China y Rusia poseen, y como esto no ha sucedido, porque las contrapartidas serían catastróficas, la principal causa de la crisis sigue abierta porque para que pueda desarrollarse un nuevo respiro, es necesario ir a una confrontación de poder y este tipo de duelo tiene riesgos muy imprevisibles.

Lo que el señor de Sousa llama interregno, es en mi opinión, la perdida de liderazgo que la burguesía estadounidense dominante, que fue capaz de configurar el mundo desde la SGM a la medida de sus interese, hasta ese interregno, ha perdido poder de configuración global y esta realidad ha abierto contradicciones en el seno del complejo militar industrial, y ha continuado entre los burgueses europeos, tradicionales aliados de la burguesía dominante estadounidense que empiezan a encontrar dificultades disintiendo estos, de esa política que les acota el espacio propio.

En realidad, el interregno es la crisis del modo de producción mercantil, y la agenda explicita que él define como el fracaso del socialismo es el reverso del fracaso de la burocracia soviética, que el movimiento obrero no ha sido capaz de abordar porque para poder enfrentar esa derrota hay que reivindicar el socialismo como alternativa al modo de producción mercantil, o acaso la enorme transferencia de recursos producidos – el 82% de la renta global, transferida al 1% – ¿no es una socialización inversa?, en realidad es el expolio global.

UTOPÍA

Tildar de utópico a un adversario político es situarlo en el umbral de la irrealidad más profunda, pero la realidad cotidiana nos ciega porque no nos permite alejarnos del entorno para tomar perspectiva, y la cotidianidad de la lucha por la supervivencia, en medio de la abundancia y el despilfarro nos aparta de la posibilidad de encontrar el camino, por tanto, por utópico que parezca la necesidad de romper políticamente con el capitalismo es consustancial con la necesidad de buscar la alternativa. Sin esa ruptura no hay ni habrá alternativa creíble, y las ideas predominantes serán las de la pequeña burguesía, precursoras de un fascismo, mantenido en sordina, mientras la izquierda formal se deja arrastrar porque entiende, cuando menos intuye que la alternativa significa reivindicar lo que históricamente ha definido ser de izquierda, reivindicar los medios de producción para el conjunto de la sociedad, sin esa propiedad común, ser fuente de poder y legitimidad es una frase hueca, porque los dueños del mundo la vacían de contenido, con la ayudas de sus gobiernos y sus instituciones, y esto si lo dice claramente, el señor de Sousa cuando escribe, La globalización neoliberal, la desregulación, la privatización, los tratados de libre comercio, el papel inflacionario del Banco Mundial y del FMI se fueron desarrollando paulatinamente para erosionar el principio del Estado, y es justo reconocer el valor de su análisis.

Recuperar la utopía quiere decir poner al ser humano por encima del mercado. Sin una enconada lucha teórica por desmontar el discurso del sistema, la humanidad es comparsa y nunca podrá ser fuente de poder y legitimidad porque es expoliada y anulada por una élite que pretende elevarse por encima del ser humano, y tal vez fabular con crear otro tipo diferente.

Por eso, la constante y machacona cantinela de la crisis, o los constantes y no menos detallados informes sobre la corrupción social y gubernamental, sin que desde las fuerzas llamadas a proponer y organizar una respuesta se produzcan alternativas, tienden a adormecer a una ciudadanía que considera normal estos hechos, porque la respuesta, limitada al lento camino de los tribunales – pieza esencial del Estado burgués, garantizador del dominio de la clase expoliadora –, termina por llevar al ánimo popular la idea de que tal alternativa es imposible, cuando para que el desarrollo sea otro, hay que empezar por llevar al ánimo del pueblo trabajador que jamás se hará realidad la afirmación de ser fuente de poder y legitimidad que dice la constitución, en los países avanzados y democráticos porque, para que sea real esa afirmación hay que empezar rompiendo la idea de que el capitalismo, el modo de producción mercantil, el sistema es la única solución: la transferencia del 82% de la riqueza global producida, al 1% de los más ricos es la confirmación de un monumental robo que nadie se atreve a explicar y desarrollar, y esto, en estos términos es necesario teorizarlo y algumentarlo, para llevar al ánimo del pueblo trabajador, del norte y del sur del este y del oeste, que el sistema, el capitalismo, no ofrece ni puede ofrecer beneficio para la humanidad. Fue una etapa del proceso histórico y hay que ponerle el fin.

LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA

El denso y extenso articulo del señor de Sousa, cuyo enlace dejo al comienzo, y recomiendo leer al lector interesado, recalca cómo el capitalismo, que desde su inicio es un sistema globalizante ha llegado a un punto cuya agenda implícita se verifica por someter por primera vez virtualmente el mundo entero al mismo modelo de desarrollo hegemónico (el capitalismo en su versión neoliberal) y, por otro, transformar la democracia liberal en el único sistema político legítimo e imponerlo en todo el mundo...al tiempo que convierte al Estado en un sirviente, aunque dicho en forma elegante...El objetivo fue que el Estado pasara de Estado capitalista con contradicciones a Estado capitalista sin contradicciones. Las contradicciones pasarían a manifestarse en la sociedad, crisis sociales que serían resueltas como cuestiones policiales y no como cuestiones políticas.

Este panorama vendría a confirmar en los hechos que el mundo es una entidad de producción única, estructurado alrededor de un mercado, en el que el capital financiero estadounidense, aún desarrollando una presión agresiva, no ha penetrado (Rusia, China) en la misma cuantía que lo ha hecho en la Europa aliada, subordinada al socio dominante, y de ahí, las enconadas contradicciones ya que los Estados nacionales solo cumplen la función de rediles en los que controlar masas empobrecidas – en la medida que transfieren las contradicciones políticas y sociales, a un mercado que las convierte en mercancías – por eso la sucesión de frecuentes cumbres gubernamentales a niveles de jefes de Estados y de otro tipo de funcionarios es lo que convierte las crisis económicas, políticas, sociales en problemas policiales, no pudiendo ser respondido por la izquierda, no porque las izquierdas se nieguen a prender unas de otra, sino porque el intento de coordinación de las políticas económicas, sociales les convertiría, automáticamente, en el objetivo a batir, como la reencarnación del comunismo redivivo y la relativa placidez del parlamentarismo electoral se convertiría en una lucha abierta, aún con los instrumentos pacíficos y democráticos, en la política de clase contra clase.

La intensa comunicación de la burguesía liderada por el capital financiero del complejo militar industrial de EEUU, evidentemente, no puede ser respondido por una izquierda deslocalizada sino que la coordinación debe ser el paso inicial para responder con una política capaz de cortar el negocio de la fabricación de armas como un chantage, una extorsión, a la humanidad, y ese paso inicial ha tenido, históricamente el contenido y la forma de una internacional. Aprender de la historia significa notar el desprecio del poder por la vida humana subordinándola a satisfacer los intereses y caprichos del poder. La izquierda, y su más consecuente metodología militante – el marxismo – tiene que liderar ese enfrentamiento porque es imposible avanzar sin objetivos. Tras los cantos laudatorios a la salida de la crisis iniciada en 2008 – sin otra medida que la transferencia de dinero público a la banca privada –, el desplome del índice bursátil Dow Jones en Nueva York, revela que mientras la desregulación financiera no tenga límites, la necesidad del capital financiero de empobrecer al 99% para dominar y subyugar equivale a permitir el asesinato, el holocausto de la mayoría, a manos de una élite. Solamente por cobardía, pereza mental e ideológica para exigir la necesidad de poner coto a la ambición de una élite, se puede interpretar el silencio de la izquierda. Controlar y gravar el capital financiero es imprescindible como garantía y salvaguarda de la HUMANIDAD.

Los nuevos tiempo generan nuevos elementos generadores de conocimientos, de nuevas experiencias y nuevas posibilidades, en suma, elementos generadores de riqueza. Las comunicaciones, la informática, internet, han generado una enorme base de datos – Big Data –, en si misma, riqueza, pero en la medida que su control queda en manos de grandes corporaciones privadas, su análisis, estudio y proyección es un arma poderosa que la empresa privada depositaria de esa información cede o vende sin contrapartida. La izquierda ha de luchar por la recuperación de esa base de datos puesta bajo control de una autoridad internacional – podría ser la ONU –, pues esa base podría ser interpretado como compendio, resumen del individuo colectivo social, y por tanto, su mercantilización ha de ser impedida, igual que por ley el adn humano tendría que ser patrimonio del conjunto.

En resumen, la izquierda ha de ser capaz de dirigirse abiertamente a la clase obrera, al pueblo trabajador, diciéndole sin ambages, que sin acabar con el capitalismo no existen soluciones a los problemas, ni económicos ni sociales, ni nacionales ni internacionales, porque en las entrañas económicas, sociales y políticas del modo de producción mercantil está la necesidad de arrebatar la mayor cantidad de beneficio personal, ganancia, plusvalía, renta, y ese virus, en la actualidad ya no es condición de progreso social sino la más mortífera condición de insolidaridad, hostilidad y agresión, y posiblemente, de regresión calamitosa.

Luchar por el socialismo, controlando, regulando y gravando al capital es la condición inexcusable para que los pueblos sean fuente de legitimidad, conscientes y de poder, consecuente. Ningun poder personal por encima del pueblo, de la sociedad. RECUPERAR LA UTOPÍA ES LA CONDICION.

jmrmesas

seis de febrero de dos mil dieciocho