LA GUERRA DE SECESIÓN AMERICANA
EN EL ESPEJO DE LA EUROPA ACTUAL
LA LLAVE DEL CAMBIO
El modo de producción
de mercancías se ha especializado en una determinada producción
-mercancías- cuyo valor de uso beneficia al reducido y escaso
uno por ciento humano que componen el reducido y
exclusivo grupo del capital financiero internacional, que es
el núcleo duro de la burguesía cosmopolita de Europa, Estados
Unidos y Japón, que considero, desde una perspectiva de poder,
como superimperialismo, y cuya característica determinante
consiste en imponer al conjunto humano las decisiones que les
beneficia, como clase social, haciendo pasar sus dictados como
consecuencia lógica de la actividad económica, o
dicho de otro modo, como determinaciones apolíticas,
sin conexiones concretas con los propios intereses personales, que es
referencia obligada en el discurso gubernamental de las sociedades,
prácticamente, el conjunto mundial, como los mercados,
camuflando, de este modo la subordinación del poder político de los
Estados, a los intereses de este reducido y exclusivo grupo.
Esta producción aludida
es la producción de dinero, cuyo valor de uso,
como objeto, solo está disponible para el capital financiero
mediante el ejercicio de la especulación financiera, mientras
que para el conjunto de la sociedad, el dinero solo está disponible,
en un ámbito creciente, como valor de cambio,
fundamentalmente, para la supervivencia cotidiana. Es evidente, que
no solo de la especulación funciona el modo de producción de
mercancía, sino que la propia producción necesita dar una salida a
las fuerzas productivas generadas en el propio proceso de
funcionamiento como garantía de sostenimiento del sistema, y es
aquí donde entra en funcionamiento la producción de la industria de
armamento, capaz de incorporar en el proceso de producción, los
avances conseguidos, desarrollando con ello, la otra mercancía, las
armas, cuyo valor de uso, estrictamente funcional, es
terriblemente dañino, pero como valor de cambió está concretamente
controlado por los Estados, únicos mercados capaces de absorber
la producción generada.
Con estas dos premisas
creo dejar claro que en tanto que producción para uso exclusivo de
una reducida fracción humana, el modo de producción
mercantil ha dejado de ser útil para el conjunto de la humanidad,
entrando en contradicción con el derecho de propiedad de los
poseedores del capital financiero, y que el sistema está listo para
dar paso a un nuevo modo de producción capaz de satisfacer las
necesidades del genero humano, y siguiendo el criterio marxiano, son
las propias fuerzas productivas, modificando la estructura económica
de la sociedad, la que crea las contradicciones entre lo nuevo y lo
viejo, favoreciendo comportamientos, en sí mismos, rupturistas con
el criterio formal que da sustento a la sociedad que empieza a
desaparecer, sin embargo, el cambio hacia una nueva sociedad, donde
el modo de producción no exprese el enfrentamiento de clases, al
menos, hágase como se haga, vale decir, con mayor o menor dosis de
violencia (personalmente prefiero que esta sea la menor posible),
habrá de ser conscientemente asumido por una mayoría social, que
abiertamente asuma la necesidad de someter el derecho de propiedad al
criterio del beneficio común, aunque ese criterio se
enfrente a las decisiones de los propietarios.
Europa, cuna del modo de
producción de mercancías está estrechamente atada a la existencia
del sistema por lo tanto, este dependerá del camino que tome el
desarrollo del continente, y este camino está ferozmente determinado
por la decisión del capital financieros de impedir que la ciudadanía
europea tome consciencia de su poder, porque los burgueses
europeos saben que su destino estará sellado tan pronto como el
continente se una como un solo pueblo.
A diferencia de lo
sucedido en el continente americano, hace siglo y medio, donde los
enfrentamientos entre la burguesía exportadora algodonera del sur de
los Estados del sur del continente norteamericano y la burguesía
industrial de los Estados del norte, culminó el proceso de
hostilidad entre ambas, dando lugar a la Guerra de Secesión
americana de 1861-1865, hostilidad que expresaba la concepción de
dos economías contrapuestas, el desenlace victorioso para la
burguesía industrial garantizó la construcción de los Estados
Unidos de América como un solo pueblo, sellando la unidad
nacional, evitando así que los nacientes estados burgueses del
continente del norte, se convirtieran en una edición americana de la
división europea, una sucesión de Estados independientes con escasa
viabilidad incapaces de haberse convertido en la referencia del siglo
20, motor del desarrollo industrial, comercial y financiero, capaz de
asumir el liderazgo de la burguesía mundial, mientras en Europa, un
acontecimiento semejante nunca fue posible porque, aunque en aquellas
lejanas fechas las burguesías europeas eran dependientes de los
intereses dinásticos de las casas reinantes, la realidad social era
que el proletariado empezaba a tener una importancia creciente que
demandaban reformas políticas que minaban tanto el poder político
de la aristocracia como el poder económico de la burguesía, y el
resultado de un conflicto por el control de Europa entre el emperador
francés y el kaiser prusiano, terminó produciendo la Comuna de
París, prácticamente, contemporánea de la Guerra de Secesión.
Desde esos remotos
momentos, la unidad política del continente europeo está
ligado a la existencia del sistema capitalista y encarar la unidad
Europea es plantear la lucha por acabar con un sistema, el modo de
producción mercantil que ya ha dejado de ser útil a la humanidad
porque su extrema especialización lo
convierte en un peligro creciente, toda vez que las fuerzas
productivas nuevas se emplean en la fabricación de armas de
destrucción masivas, y el dinero equivalente generado en la
fabricación de mercancías, se oculta en los paraísos fiscales,
porque objetivamente es el medio de dominar y someter a la
sociedad, empobreciendola desde todos los ángulos posibles, por
lo tanto, enfocar el tema de la unidad política de Europa va unido
al enfocamiento de plantear conscientemente como facilitar el
advenimiento de un sistema de producción no antagónico, en
donde las tensiones sociales no hagan de freno en el proceso de
producción, siendo, por consiguiente, la unidad política de Europa,
el paso determinante que abrirá el proceso del cambio del sistema
social.
SIGUE SIENDO LA CLASE
OBRERA SUJETO HISTORICO
Estos apuntes los
comencé hace más de dos años, ante el atronador silencio de los
que suponía que dirigirían, o cuando menos orientarían la lucha
contra el sistema, no meramente contra la crisis, pero
la realidad es que ese evento no se produjo, ni se está produciendo
desde las mismas instancias de las que suponía hubiera de haberse
producido la dirección de la lucha contra el sistema capitalista,
(partidos cuyo fondo marxista les podría haber hecho comprender los
estertores agónicos del sistema), y pese a la dificultad que entraña
el hecho de la reflexión teórico política escasamente compartida,
dado el reducido número de amigos a los que el tema interesa, muy
reducido, la realidad es que en la medida que he intentado explicarme
las razones del agotamiento del sistema, mi propia posición se ha
ido precisando, aunque, esencialmente, el fondo permanece incólume
desde el principio, pero el mismo hecho de tener que definirme ante
los hechos concretos, mi posición se ha ido precisando porque es
obligado indagar en esas relaciones necesarias e independientes
de la voluntad del sujeto, (que Marx define en su
Introducción a la crítica de la economía política), para
encontrar respuestas que encajen en esas relaciones, y como quiera
que en las teorizaciones de economistas y politólogos -por supuesto,
menos en políticos- no se encuentran explicaciones del papel
económico que juegan esos santuarios financieros que
son los paraísos fiscales, mi propio razonamiento me lleva a la
conclusión cuya respuesta es que el solo planteamiento de la
existencia -de tales instrumentos económicos- cuestiona el derecho
de propiedad de los expropiadores, razón por la cual, el problema se
silencia, y así, evitando definir cual es el papel de estas represas
de dinero, oculto a los ojos de los fiscos de los Estados,
los gobiernos se hacen guardianes del instrumento de control del
capital financiero internacional sobre la vida política de las
naciones, de los cuales, los gobiernos son los transmisores de sus
decisiones, apoyándose en el cómodo e indefinido apelativo de
los mercados, y en ese sentido aplicar las demandas de
los mercados haciendo recortes económicos, que además
llevan aparejados implícitamente, ataques a las libertades y
derechos, duramente conseguidos en el transcurso del proceso,
evidenciando así, una estrategia de alcance mundial,
al llevarse a cabo en los países cuyas sociedades, una ciudadanía
muy preparada, estaría en condiciones de liderar un cambio social
profundo si dispusiera de los objetivos y la política capaz de
definirlos.
Las movilizaciones que
están teniendo lugar desde que el hundimiento del sistema financiero
se hizo evidente están señalando que la respuesta ciudadana
comprende, yo diría, intuye, más que comprender, que estamos
inmersos en un proceso que va más allá de simples cambios entrando
de lleno en un proceso que atañe al fondo del sistema, y así una
huelga como la de los médicos exigiendo el mantenimiento de una
sanidad pública para todos, revela un grado de
consciencia que trasciende las reivindicaciones estrictamente
profesionales para entrar de lleno en el fundamento de la
aplicación de los recortes como ataque a las conquistas sociales
conseguidas tras duras luchas, por lo que esta huelga de los
trabajadores de la sanidad merece el apoyo incondicional de todos
los sectores, porque luchan por un objetivo común, mientras que
la convocatoria de huelga de los trabajadores de Iberia, al
circunscribirse a la lucha por evitar los despidos, encierra la
movilización en un contexto profesional que cercena
las simpatías de otros sectores porque se percibe, como mucho, como
consecuencia natural de la perdida de medios, por eso,
en mi anterior apunte, en el que analizaba las consecuencias de la
fusión empresarial entre EADS y BAE Systems, frustrada por las
exigencias alemanas sobre los porcentajes de participación,
argumentaba que Iberia se había convertido en moneda de cambio
destinada a dar satisfacciones a los británicos para atraerlos al
seno de la Unión Europea, y en ese sentido, decía que una
convocatoria de huelga, por parte de los trabajadores de Iberia,
debería de plantear objetivos políticos, que bien pudieran
haber sido pedir explicaciones a los gestores sobre la cesión a
British Airways de las mejores y más rentables rutas, pues
indagando sobre las consecuencias de la gestión, los trabajadores
habrían descubierto (podrían haber descubierto), el trasfondo
político que se esconde, cuidadosamente, en este tipo de empresas,
ya que una entidad como esa está sujeta a múltiples controles
y no es posible escudarse en la mala gestión
porque la gestión es producto de una responsabilidad
compartida y consentida. Todo el contexto social se define sobre
las diversas medidas políticas que toma el gobierno, y así, por
ejemplo, un numeroso grupo de jueces critican la decisión del
gobierno de indultar a unos policías de la autonomía catalana
torturadores reincidentes, y otros opinan sobre la obsolescencia de
la legislación y los desahucios, y sin embargo, el sujeto histórico
-la clase obrera- llamado a ser el enterrador del sistema permanece
mudo, sin atreverse a señalar sus propios objetivos, sin
atreverse a formular sus propios paradigmas, cuando globalmente, el
sistema ha entrado en una convulsiones agónicas, que no predicen
sino más penalidades, más sufrimientos.
Este silencio político
de la clase obrera es el que se evidencia en cualquier convocatoria,
en cualquier manifestación, en cualquier lucha, porque los
partidos y organizaciones políticas que se dicen representantes de
la clase obrera, aunque participen en las movilizaciones, lo hacen a
título individual, no como colectivo organizado, y esto es debido al
abandono de la teoría política, al abandono ideológico, que es la
substancia que mantiene políticamente vivo al militante, al
luchador, y este abandono es el que ha potenciado la confianza de los
mercados animándoles a exigir a sus gobiernos, (estos
responden ante los mercados, no ante los ciudadanos que
les eligieron), los recortes, las deudas soberanas, las ayudas a la
banca, el omnímodo poder del capital financiero internacional sobre
el conjunto de los seres humanos, por lo tanto no es ocioso plantear
si la clase obrera sigue siendo el sujeto histórico, porque si lo
es, entonces debe de saber que es imprescindible que las
manifestaciones, que las luchas necesitan de dirección,
necesitan de la formulación clara de que objetivos son por lo que
se combate, debe de saber que sus partidos no son simples
recolectores de votos, ni sus dirigentes, figurones para exhibirse,
sino los estrategas que han de dirigir un cambio histórico, y por
tanto, animando y decidiendo sobre los objetivos de clase, no
puntuales, circunstanciales, sino sobre los objetivos irrenunciables,
que dan sentido a una organización política definida y enfrentada
al sistema, aunque en este enfrentamiento se esté en el parlamento.
Un modo de producción
nuevo y superior no se improvisa ni es el resultado de la decisión
de un líder, es un complejo producto de las relaciones sociales,
necesarias e independientes de la voluntad, y si bien la voluntad
individual de las personas, aisladamente no es determinante,
la voluntad colectiva, organizada y dirigida, si lo es porque al
comprender el complicado proceso, integra relaciones de
producción y voluntad, y el modo de producción mercantil ha
adquirido el grado de complejidad y madurez suficiente, para que en
manos del capital financiero internacional, sea el instrumento
de dominio sobre el genero humano, porque integra la
producción de conocimientos en todo el vasto y complejo
proceso de la vida de la sociedad, de la naturaleza,
en suma, del mundo entero, usándolo para la ganancia personal,
aprovechándolo en favor del interés del escaso y reducido
uno por ciento, y ese potencial, en manos del superimperialismo,
es devastador, por eso, el modo de producción de mercancías debiera
ser el objetivo principal para lograr construir el nuevo siglo
reivindicándolo para el conjunto de los seres humanos, para
dar satisfacción, al menos, a un mínimo vital de las necesidades
humanas,en vez de estar al servicio del mercado.
Esta reivindicación,
debería constituirse en el objetivo guía de la orientación
política de la izquierda mundial, poner el modo de producción de
mercancías al servicio de la humanidad,
y no al servicio del mercado, con lo que se estaría iniciando el
camino hacia un nuevo modo de producción no antagónico y superior,
y si esto no fuera así, la clase obrera habría dejado de ser ese
sujeto histórico llamado a acabar con la explotación del hombre por
el hombre, y ser el constructor de un orden superior, más justo y
apacible para el conjunto humano.
En
Europa se dan las condiciones sociales, políticas y económicas para
que la sociedad europea en construcción, se convirtiera en esa masa
crítica capaz de
poner en marcha los procesos de transformación, si los más
avanzados y conscientes militantes pensadores, luchadores,
activistas, personalidades, decidieran pasar por encima de los
intereses nacionales,
en realidad, una burda patraña, y abanderase
un proceso de refundación de la lucha por el socialismo,
porque como he tratado de explicar, en los renglones anteriores,
Europa permanece dividida, solo porque las diferentes burguesías
nacionales, saben que la unidad política de Europa sellará el final
del modo de producción capitalista en todo el mundo, y mantienen la
ficción de las patrias -no hay patrias para el capitalismo
financiero internacional, solo mercado- porque
únicamente así, pueden controlar a una ciudadanía capaz y valiosa,
decidida y valerosa, que no obstante, necesita una guía y dirección,
porque al igual que un modo de producción no puede ser improvisado,
tampoco puede ser improvisada una política capaz de dar respuesta a
las necesidades de nuestra época, por lo tanto, la lucha por la unidad de Europa no se dará entre burgueses sino entre burguesía y proletariado.
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dos
de diciembre de dos mil doce