LA REPUBLICA SUSPENDIDA
Lo más evidente del Process, en mi discutible
opinión, ha sido, es y sigue siendo la carencia de una dirección
obrera consciente de la inutilidad de emprender reformas, condenadas
de antemano al fracaso porque el sistema no puede admitir ningún
tipo de modificaciones, que, aunque no se busque
intencionadamente, cuestiona el entramado capitalista, pese a que los
iniciadores no quisieran cuestionarlos, pero la globalidad del mismo,
lo rechaza, como un cuerpo cura una herida, por más alejada que esta
esté de la cabeza.
La segunda, diremos, derivada del Process es la
terrible inutilidad del Partido Socialista Obrero Español. Es
imposible no ver, en cada portavoz que asoma por algún resquicio
mediático, una edición femenina o masculina de la señora Susana,
presidenta de la Comunidad andaluza. Cada vez que un portavoz dice
algo esta diciendo, sobreentendido, que se ciscan en los
militantes de base que le hicieron decir a Pedro Sánchez en un
desvarío, no es no. Pues es sí. La base militante del PSOE que
quiere una confluencia de izquierda debe saber que dentro del
partido socialista hay una muy vieja guardia que teme esa unidad,
porque se siente amenazada, del mismo modo que el
régimen al que dieron forma. El respeto del PSOE por las
instituciones es la completa sumisión al sistema, al que se somete
porque el PSOE dejó de ser un partido obrero, para convertirse en un
partido de carreristas administradores, sin vinculación con la clase
obrera.
Como he dicho anteriormente, a raíz del
apaleamiento de los votantes, el día uno de octubre, el régimen del
78 se hundió, manifiestamente demostrado por la brutalidad, no de la
policía que empuño las porras, ni siquiera por el mando implicado
en el golpe del 23 de febrero de 1981, sino por el mando político
que dio la orden, la señora Santamaría, y oculto tras ella,
el señor Rajoy. El régimen del 78 ha fracasado, no por que
las leyes no funcionen, sino porque el aparato institucional del
Estado está corroído por el fascismo encorbatado, que de vez
en cuando, suelta a sus mastines para amedrentar al pueblo
trabajador.
El discurso de Puigdemont, medido y aludiendo a
la lucha del pueblo trabajador de Cataluña en defensa de su
dignidad, ha sido el reconocimiento de que la Europa burguesa
apoyaba al gobierno del Estado español, un gobierno corroído,
débil, mil veces preferido por la burguesía
europea y el cesar Trump,
porque temía a un pueblo, pacíficamente manifestándose
en las calles, que podría tener un efecto contagioso en otros
escenarios. Eso y la imposibilidad de hacer valer, un
recuento legítimo ha sido lo que ha impedido al presidente
de la Generalidad ir hasta el final en la declaración unilateral de
independencia. El proceso, dejado solo a sus fuerzas, no podía tener
más que un camino favorable, convertirlo en un proceso
revolucionario, y Puigdemont no estaba en esa onda y no
podía, en consecuencia, apelar a los ciudadanos sin cuestionar el
orden social.
Es dudoso, que el gobierno, que solo gobierna
por la cobardía de los calienta sillas de la política,
desvinculado de los problemas del pueblo trabajador, pueda querer
llegar a un acuerdo. Aprovechará el desencanto, la decepción para
endurecer las leyes, para reprimir y para dejar huecos por donde
pueda colarse el fascismo más atroz, porque, como se viene
demostrando, vez tras vez, la alternativa a un sistema que las
fuerzas productivas ha globalizado –el capital financiero mundial–,
no puede ser otro que socialismo o barbarie, sin que los pueblos sean
conscientes de pertenecer a una superestructura global, que disimula
sus leyes económicas, dándoles apariencia de ser naturales,
apátridas, intemporales, porque la élite del capital financiero
necesita del miedo y la decepción para los negocios nos sigan
robando el dineros, las ilusiones, los sueños.
Puigdemont no se si comprendió, seguró que
sí, la inutilidad de proclamar la república, haciendo valer, no el
recuento, sino la afluencia de votantes que sí estuvieron
dispuestos a arriesgar su seguridad, porque,
insistir solo en eso, en una afluencia que era una parte de
Cataluña, y continuar insistiendo, solo tenía
la salida de buscar la solidaridad del pueblo español,
impulsando así al resto de Europa, era impulsar la
revolución social, de la que nadie ha querido hablar en todo
el Process, comenzando por su ala izquierda, la CUP.
La izquierda europea tiene que saber que está
en el punto de mira de la burguesía, del capital financiero mundial.
Tiene que saber –a toro pasado es más fácil comprender la
acción–, que el Process ha sido el experimento pacífico, más
limpio que se haya podido hacer, en solitario; en adelante, la
izquierda de Europa tiene que tener valor para articularse a escala
inter-europea, como paso previo a una articulación mundial. Cambiar
una parte, hacer un gueto de izquierda, no es que sea
imposible, sería un crimen, y los crímenes los hacen los poderosos.
jmrmesas
once de octubre de dos mil diecisiete
p.s.
Estoy convencido que el sr., Puigdemont no
necesita mi defensa, pero viendo los innumerables Casados que habitan
el PP, sería emponzoñar la vida política, todavía más, acosar a
alguien que honestamente asumió un compromiso, que él no inició.
Los ciudadanos españoles con sentido de la dignidad, deberían de
hacer llegar a los poderes, el gesto de respeto que nos merece su
persona y el aprecio a los catalanes, aunque sean independentistas.
Esa es la hermandad que demanda el momento presente.
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