miércoles, 11 de octubre de 2017

LA REPÚBLICA SUSPENDIDA





LA REPUBLICA SUSPENDIDA

Lo más evidente del Process, en mi discutible opinión, ha sido, es y sigue siendo la carencia de una dirección obrera consciente de la inutilidad de emprender reformas, condenadas de antemano al fracaso porque el sistema no puede admitir ningún tipo de modificaciones, que, aunque no se busque intencionadamente, cuestiona el entramado capitalista, pese a que los iniciadores no quisieran cuestionarlos, pero la globalidad del mismo, lo rechaza, como un cuerpo cura una herida, por más alejada que esta esté de la cabeza.

La segunda, diremos, derivada del Process es la terrible inutilidad del Partido Socialista Obrero Español. Es imposible no ver, en cada portavoz que asoma por algún resquicio mediático, una edición femenina o masculina de la señora Susana, presidenta de la Comunidad andaluza. Cada vez que un portavoz dice algo esta diciendo, sobreentendido, que se ciscan en los militantes de base que le hicieron decir a Pedro Sánchez en un desvarío, no es no. Pues es sí. La base militante del PSOE que quiere una confluencia de izquierda debe saber que dentro del partido socialista hay una muy vieja guardia que teme esa unidad, porque se siente amenazada, del mismo modo que el régimen al que dieron forma. El respeto del PSOE por las instituciones es la completa sumisión al sistema, al que se somete porque el PSOE dejó de ser un partido obrero, para convertirse en un partido de carreristas administradores, sin vinculación con la clase obrera.

Como he dicho anteriormente, a raíz del apaleamiento de los votantes, el día uno de octubre, el régimen del 78 se hundió, manifiestamente demostrado por la brutalidad, no de la policía que empuño las porras, ni siquiera por el mando implicado en el golpe del 23 de febrero de 1981, sino por el mando político que dio la orden, la señora Santamaría, y oculto tras ella, el señor Rajoy. El régimen del 78 ha fracasado, no por que las leyes no funcionen, sino porque el aparato institucional del Estado está corroído por el fascismo encorbatado, que de vez en cuando, suelta a sus mastines para amedrentar al pueblo trabajador.

El discurso de Puigdemont, medido y aludiendo a la lucha del pueblo trabajador de Cataluña en defensa de su dignidad, ha sido el reconocimiento de que la Europa burguesa apoyaba al gobierno del Estado español, un gobierno corroído, débil, mil veces preferido por la burguesía europea y el cesar Trump, porque temía a un pueblo, pacíficamente manifestándose en las calles, que podría tener un efecto contagioso en otros escenarios. Eso y la imposibilidad de hacer valer, un recuento legítimo ha sido lo que ha impedido al presidente de la Generalidad ir hasta el final en la declaración unilateral de independencia. El proceso, dejado solo a sus fuerzas, no podía tener más que un camino favorable, convertirlo en un proceso revolucionario, y Puigdemont no estaba en esa onda y no podía, en consecuencia, apelar a los ciudadanos sin cuestionar el orden social.

Es dudoso, que el gobierno, que solo gobierna por la cobardía de los calienta sillas de la política, desvinculado de los problemas del pueblo trabajador, pueda querer llegar a un acuerdo. Aprovechará el desencanto, la decepción para endurecer las leyes, para reprimir y para dejar huecos por donde pueda colarse el fascismo más atroz, porque, como se viene demostrando, vez tras vez, la alternativa a un sistema que las fuerzas productivas ha globalizado –el capital financiero mundial–, no puede ser otro que socialismo o barbarie, sin que los pueblos sean conscientes de pertenecer a una superestructura global, que disimula sus leyes económicas, dándoles apariencia de ser naturales, apátridas, intemporales, porque la élite del capital financiero necesita del miedo y la decepción para los negocios nos sigan robando el dineros, las ilusiones, los sueños.

Puigdemont no se si comprendió, seguró que sí, la inutilidad de proclamar la república, haciendo valer, no el recuento, sino la afluencia de votantes que sí estuvieron dispuestos a arriesgar su seguridad, porque, insistir solo en eso, en una afluencia que era una parte de Cataluña, y continuar insistiendo, solo tenía la salida de buscar la solidaridad del pueblo español, impulsando así al resto de Europa, era impulsar la revolución social, de la que nadie ha querido hablar en todo el Process, comenzando por su ala izquierda, la CUP.

La izquierda europea tiene que saber que está en el punto de mira de la burguesía, del capital financiero mundial. Tiene que saber –a toro pasado es más fácil comprender la acción–, que el Process ha sido el experimento pacífico, más limpio que se haya podido hacer, en solitario; en adelante, la izquierda de Europa tiene que tener valor para articularse a escala inter-europea, como paso previo a una articulación mundial. Cambiar una parte, hacer un gueto de izquierda, no es que sea imposible, sería un crimen, y los crímenes los hacen los poderosos.

jmrmesas

once de octubre de dos mil diecisiete

p.s.

Estoy convencido que el sr., Puigdemont no necesita mi defensa, pero viendo los innumerables Casados que habitan el PP, sería emponzoñar la vida política, todavía más, acosar a alguien que honestamente asumió un compromiso, que él no inició. Los ciudadanos españoles con sentido de la dignidad, deberían de hacer llegar a los poderes, el gesto de respeto que nos merece su persona y el aprecio a los catalanes, aunque sean independentistas. Esa es la hermandad que demanda el momento presente.










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