domingo, 5 de abril de 2020

EL LOCK-OUT INTERNACIONAL




EL LOCK-OUT INTERNACIONAL

TODO EL TIEMPO DEL MUNDO
Hay alguna diferencia entre el trabajo manual, intelectual y un reglamento dogmático que se nota en el desarrollo de las tareas prácticas. El reglamento puede recoger una serie de tareas de la extensa gama que abarca la producción, pero difícilmente quienes hacen los reglamentos se aperciban de un dato determinante que es la velocidad con la que muda la estructura económica de la sociedad, aproximadamente, según cálculos de mi cosecha, cada treinta años se producen cambios que afectan, bien a la maquinaria, bien a los procedimientos, bien a los objetivos o a un combinado de todos ellos. La consecuencia de ese cambio inapreciable de la estructura económica se traduce en que la producción necesita una menor dependencia de la fuerza de trabajo ¿será necesario mencionar la inteligencia artificial?—. Una misma tarea, en el proceso productivo treinta años después la realizan menos personas y con más eficiencia.

La productividad del trabajo se sustenta en una serie de procedimientos que nunca recogen los reglamentos, pues el trabajador, y no me refiero al de un ramo de la producción determinado, me refiero al trabajador, de forma genérica, toma decisiones que van más allá de sus competencias y que normalmente no se cuestionan hasta que algo sale mal. Entonces se le reprocha o castiga y se le espeta, “no se le paga para que piense,” limítese a cumplir. Nunca se revisan los reglamentos (estos son una parte cristalizada de la superestructura), por eso el trabajo a reglamento es tan demoledor para los beneficios. Este proceder de la sociedad en su conjunto es lo que crea la riqueza, es decir, esa constante renovación inapreciable y tapada es el motor de progreso que luego, los que manejan las válvulas –bancos– que permite circular los beneficios, es decir, el dinero generado por el conjunto, distribuyéndolo de tal manera que para los más, gotea y para los menos cae como un torrente desapareciendo en los paraísos fiscales.
Cuando a finales de los sesenta (del siglo pasado, entonces era trabajador activo, no un jubilata), llegaba de un avión al hangar, un nutrido grupo de trabajadores se afanaba en el mantenimiento de la máquina, en un proceso que consumía un lapso de tiempo más bien extenso. Treinta años más tarde, el mismo proceso lo desempeñaban dos o tres personas en menos tiempo. Había un compañero que siempre decía de buen humor — Estos cabrones tienen todo el tiempo del mundo para que no levantemos cabeza.

Han tenido todo el tiempo del mundo para pergeñar un plan comenzando por elaborar un calculado modo para deshacerse del excedente humano que les sobra y que el reparto sea mayor. Les ha bastado doce años para iniciar el conteo mortal. Desde que estalló la crisis económica de 2008, todos los expertos sabían que habría otra. Que ya se estaba gestando la próxima, esta, la actual. Esta, que es ignorada como si fuera a suceder tras la pandemía, cuando, siguiendo el aserto del señor Toussainttodos los elementos de una nueva crisis financiera ya estaban reunidos desde hace varios años, y que el coronavirus fue la chispa o el detonador de la crisis bursátil y no la causa” y si lo sabían los expertos lo sabían los dueños que les dan empleo en las universidades, en las corporaciones, en los gobiernos.

Lo sabían porque los estudiosos del sistema saben que el modo de operar de la economía financiera esta basado en la creación de capital ficticio, vulgarmente expresado como especulación y que ese tipo de funcionamiento remotamente conectado a la producción (el autor dice sin relación con la producción) tiene que recurrir a la destrucción de una parte de ese capital ficticio porque “eso forma parte del funcionamiento normal del sistema capitalista” y que dadas las interconexiones de las finanzas y la producción —y esto es una apreciación personal— se tendría que haber producido antes puesto que si en 1929 se produjo el crack bursatil y en 1939 comenzaba la destrucción del capital real, no especulativo, mediante el comienzo de la segunda guerra mundial, a la crisis de 2008 tendría que haberle sucedido otras casi de inmediato, y si no fue así se debió a las flexibles relaciones internacionales, a los múltiples lazos que conectan la estructura del capitalismo y a la necesidad de preservar el tejido productivo, y se hizo inyectando dinero a los bancos mientras se elaboraba el plan de choque que cubriría la crisis económica con una maniobra de distracción. Es decir, se esperó hasta que fue posible disponer del arma de destrucción masiva adecuada e invisible.

Que ya había una crisis económica lo explica Toussaint en los artículos que he hecho referencia y que los lectores pueden leer en cadtm “Un primer gran crash bursátil tuvo lugar en diciembre de 2018 en Wall Street. Bajo la presión de un puñado de grandes bancos privados y de la Administración de Donald Trump, la Reserva Federal de Estados Unidos había vuelto a bajar los tipos de interés y eso fue aplaudido por algunas grandes compañías privadas que dominan los mercados financieros.” … y que todos los expertos en economía pueden corroborar o refutar porque son datos comprobables (estaría muy bien que los economistas que aparecen en los medios se pronunciaran al respecto en vez de apoyar la especie “de cuando acabe la pandemia”), y esto lo digo porque bajo la destrucción de empleo que se oculta en el confinamiento se esconde un cierre patronal, un lock-out internacional.

CONJETURAR ES NECESARIO PARA NO PERDER LA RAZÓN...

Este virus no es democrático. Es lo primero que quiero desmentir ante la peste de tanto botifler queriendo igualar a los pobres y los ricos. No es lo mismo tener 110 metros cuadrados para pasar un confinamiento personal, que 60 metros cuadrados para cuatro personas. Ni es lo mismo hacerse unos largos en la piscina del chalet que tener que mirar la garrafa y pensar —voy a tener que ir a por agua. Es decir, hay un afán de querer demostrar que el virus nos afecta a todos por igual, algo que todos los tienen un mínimo de sensibilidad comprenden que no es así, pero que los portavox-ces del sistema andan empeñados en hacernos creer que sí.

Por los pronto me reafirmo en mi suposición de una conspiración contra la humanidad porque el capital financiero sabe que el modo de producción está agotado y tiene que preparar una alternativa libre de la presión social y política generada por una sociedad sana, preparada y pujante y por tanto, las crisis que se sucederán no podían caer en medio de una población sana, conectada y conocedora de la propia situación de penuria en medio del lujo insultante de los que se aprovechan de las riquezas generadas por el conjunto humano. Había que atacar al enemigo y había que buscar el medio sutil para no levantar sospechas.

Mi conjetura es que los sucesivos coronavirus que se dieron en 2002 (sars), 2012 (mers), 2019 (covid19) forman parte de un plan para diezmar a la población comenzando por aquellas que los diseñadores de tan tenebroso complot consideraran más problemáticas, y que estamos viendo en España, Italia, Francia, Irán, África y USA (los multimillonarios deben andar muy asustados por la pobreza circundante a unos minutos de sus mansiones), y por tanto, había que inventar algo, y se hizo. Si ha sido así, llevarlo a cabo no habrá sido nada complicado, solo ha hecho falta mucha maldad, mucha codicia, mucha arrogancia. Una guerra es igual, ¿por que esto sería peor? Por lo menos esta mortandad nos hermana con otros pueblos, no creo que un negro sufra menos que un chino, un español, un yanki o un italiano. A todos nos debería hacernos pensar que mundo queremos.

...AUNQUE SE PUEDA PERDER LA VIDA

Esto es una conjetura, que inquietará a futuros historiadores, pero que hoy es indemostrable. Lo que es seguro, es que los amos del mundo no están, ni estarán cruzados de brazos, pagando a unos tanques pensantes —thinktank— esperando la venida del mesías. Tomarán todas las medidas habidas y por haber, para seguir siendo los amos del mundo, y creo que con esto colaboro a minar la credibilidad de todos los palmeros que no se cansan de echar flores al capitalismo.

jmrmesas
cinco de abril de dos mil veinte

Este apunte no gusta al capitalismo. No hagas piña con él y pásalo.














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