martes, 12 de noviembre de 2013

IRONIAS NUCLEARES



IRONIAS NUCLEARES

O

LOS PROBLEMAS DE NUESTRO TIEMPO QUE NO RESOLVERA EL CAPITALISMO



Felipe González. "A veces le digo a Alfredo, cuando hablamos como vamos a tener que cambiar expectativas diciendo claramente: 'Tenemos que competir en esta economía, no va a haber otra'. En España y en Europa"


Felipe González. "¿Cómo es posible que se haya producido la catástrofe social que estamos viviendo? No solo es el paro. Está en crisis el sistema educativo, de investigación de pensiones... La distribución del ajuste ha sido brutalmente desigual"

Soraya Rodríguez. "Los socialistas europeos sabemos que los mercados deben de ser regulados. Los tótems de los mercados de 'cuanto menos regulación mejor', son los que nos han llevado a esta situación. No podemos hablar de internacionalización del socialismo sin hablar del mercado"

Soraya Rodríguez. "Cuando el mercado es transnacional, ¿Qué es la ciudadanía? Sabe que hay decisiones que no pueden tomar sus gobiernos aunque en definitiva es a quien interpelan"

Felipe González. "En la crisis de gobernancia de la crisis, el G-20 no operó salvo en el rescate de las grandes entidades financieras. En Estados Unidos, los bancos están devolviendo las ayudas al Estado. Aquí el ministro dice que da por perdidos 40.000 millones de euros"

Son algunas reflexiones que se hicieron en la conferencia del PSOE, pero lo que mejor expresa la disposición de los socialistas para corregir la distribución brutalmente desigual, según dijo el propio Felipe González, que ha supuesto la crisis, son las palabras de José Bono en la COPE: "Para gobernar en España prefiero entenderme en momentos de dificultad con el PP que con el señor Cayo Lara" porque ese es el fondo de la socialdemocracia, es la razón por la que en Alemania apoyan a Merkel, la razón por la que en Francia no se atreven a cumplir las tímidas reformas prometidas en la campaña electoral por Hollande y por las cuales, en España, la conferencia no supondrá ninguna mejora o ventaja para las clases más débiles, porque la colaboración con los partidos de la burguesía generan leyes farragosas que empiezan y terminan asegurando el dominio de la economía de mercado, porque no hay otra, ni voluntad de cambiarla, añado, por eso, la reflexión de García-Page, que aludí en mi anterior apunte, ha estado ausente en la conferencia, porque para civilizar a los mercados hay que regularlos y esa regulación hay que ganarla en la calle, en abierta oposición, en abierta hostilidad con los partidos de la burguesía, disputándoles el derecho de propiedad, que eso es lo que hacen los mercados con las privatización de lo público, con nuestras conquistas sociales, con nuestras casas, por eso, la socialdemocracia son los guarda-espaldas de la burguesía.

No es verdad que la socialdemocracia tenga voluntad de hacer política socialista, porque para hacer tal cosa hay que cortar con la burguesía y su economía explotadora, porque sí, es posible otro tipo de economía, y si no lo fuera porque socialmente no vieran el modo, tendrían que decirlo abiertamente, pero al no hacerlo reconocen, implicitamente, su deseo de unirse al enemigo de clase, a ese reducidísimo uno por ciento que posee casi la propiedad de medio planeta, y eso significa que todo el siglo xx, que fue la apuesta de la socialdemocracia para avanzar hacia el socialismo a través de la vía parlamentaria, ha fracasado al carísimo precio de formar piña con la burguesía contra la revolución rusa, callando ante matanzas de la burguesía para defender la sociedad de mercado, la libre empresa -la desregulación de los mercados, señora Soraya Rodríguez- , no dio ni ha dado ni está dando el fruto apetecido y se ha retrocedido en todos los terrenos, sin que hayan sacado conclusiones de su apuesta reformista, de su apego a respetar los modos burgueses, cuando los burgueses ofenden nuestras vidas, con desprecio.




Es toda una ironía siniestra que Japón, el primer Estado, la primera nación en ser bombardeada con la bomba atómica, esté experimentando un desastre nuclear como el de Fukushima, pero lo irónico del caso es que el océano esté devolviendo la contaminación nuclear a la nación agresora, primera nación, hasta el momento, la única, en emplear la energía nuclear con fines belicosos, que recibe en sus costas, California, Oregon, Washintong, y de rebote, Canadá, agua radiactiva. Que, ¿Qué tiene que ver esto con la socialdemocracia? Probablemente también habría que preguntarse que tendría que ver esto con una explosión de grisú en un mina, o por qué ha tenido que haber 10000 victimas por un tifón, en Filipinas, o por qué un modestísimo empresario -esto de llamar empresario, a un modesto trabajador autónomo, sin mayor aclaración, tiene su morbo justificante- lo puede matar a golpes, en plena calle, la fuerza pública, -mossos de escuadra- de una autonomía, que pretende la independencia, también tiene su veta irónica, viniendo a confirmar el fracaso de la socialdemocracia en su afán de civilizar a los mercados, pues a mayor denuedo socialista, mayor retroceso social, mayor pérdida de influencia ciudadana.

La lógica de la producción mercantil, del modo de producción de mercancías es el incremento de la ganancia, por lo tanto evalúa como hipotéticos ciertos factores de coste cuya incidencia en el proceso de producción pueden ser infinitesimales, y así, se evaluó la posibilidad de un terremoto de la magnitud del acontecido en Fukushima, y en consecuencia, al ocurrir, el ahorro se convierte en una insoportable carga que no recae sobre los responsables que tomaron la decisión, sino sobre la sociedad y sobre los directos afectados, porque en el curso del proceso de desarrollo, quienes deben asegurar la salud de los más directos a ser afectados por la exposición, se pliegan aceptando las valoraciones de los que priman el ahorro sobre la vida y la seguridad de la sociedad.

Este esquema de funcionamiento, de concepción, se extiende en toda su amplitud, sobre todo, en lo relacionado a la seguridad en el trabajo; en todo aquellos objetos, bienes, mercancía disponible para el consumo de la mayoría, la cual, al estar enfocada con ánimo de cubrir los estándares mínimos imprescindibles, fallan al menor contratiempo, incluso en sociedades avanzadas como Nueva York, por ejemplo, el huracán Sandy, el año pasado, dejó a cientos de personas sin hogar, muchas de las cuales aún siguen sin haberse recuperado, porque las construcciones son débiles. Ocurre en terremotos o huracanes en las sociedades donde el desarrollo industrial llegó más tarde, donde el respeto por la vida es un indice de coste, que solo se valora en periodos electorales, lo que equivale a desestimar al ser humano asimilándolo a mercancía solo considerada persona en el breve intervalo de la duración de la campaña, y cuando esto ocurre, el acontecimiento geológico, sea un terremoto, Haití, Chile, un huracán, Nueva Orleans, Nueva York, Filipinas, se convierte en una catástrofe humanitaria, en la que los precedentes se acumulan sin extraer conclusiones.

La globalización, aludida por Felipe González, no solo es un factor contable en los balances de las empresas transnacionales, que digo yo, es sobre todo un factor de coste que la humanidad asume cuando ocurren catástrofes como la de Fukushima -o Chernobil, en cuyo centro de control, parece que estaba Homer Simpson, y ya se sabe, los sistemas automáticos son estupendos mientras marchan bien; cuando algo va mal, no vale saber darle a tal o cual interruptor, o mover tal palanca, para salir del paso, ni golpear con el indice el vidrio del indicador, un tic en el que suele caer hasta el más preparado de los técnicos, tratando de buscar respuestas mentales al esquema que guardas en la memoria, queriendo averiguar qué rayos le pasa al invento- es una consecuencia de unas fuerzas productivas que salieron del ámbito estatal, nacional, en los últimos trescientos años, y que hasta comienzos del siglo xx, parecían controlables desde el Estado nacional, pero como ha demostrado el mismo siglo, la solución cada vez es menos local para ir asumiendo dimensiones, cada vez más profundas, en todos los ámbitos, y en el ámbito de la energía nuclear, la magnitud de la fuerza rebasa la capacidad de un usuario concreto para comprometer al conjunto humano, porque el dilema se plantea entre el uno por ciento y el noventa y nueve restante, si se quiere, entre el 25 por ciento y el 75 restante, porque el interés histórico se plantea en esos términos, y en la conferencia, ni fuera de la conferencia, la socialdemocracia, es capaz de explicar esta contradicción.

Es cierto que la sociedad no es homogénea, que existen clases y capas intermedias, pero el hecho de que no sea homogénea, presentando estratos con distintos niveles de renta -en España, un 28 por ciento de hogares solo cuenta con un solo ingreso, y este es el de un pensionista, y Bruselas estima que el riesgo de pobreza y exclusión social, en España, es de un 28 por ciento, que no deja de ser coincidencia-, pero que para algunos, la crisis sea una oportunidad de ser más rico; que otros, es posible que casi no lo noten, no significa que para el conjunto del país, para el conjunto de la sociedad europea, la crisis, esta crisis, es la antesala de un desastre mayor, porque la respuesta que hay que dar no es una a la medida de cada estrato social, es una respuesta que responda al interés del conjunto, y este no es el del uno por ciento, ni del 25 por ciento, es el del 75 por ciento. La pequeña burguesía puede ser la fuerza de choque de los mercados contra las clases más desfavorecidas, o puede ser, ya lo es, el entramado de cuadros de partidos y sindicatos, pero la respuesta que hay que dar no puede estar condicionada por estas clases intermedias, pues el fascismo triunfó en Europa porque la izquierda no tenía una política capaz de proponer abiertamente un cambio de modelo, contra el capitalismo, de ahí que Hitler, Musolini, Franco se apoyaran en la pequeña burguesía para mantener y reforzar el viejo orden, por eso, la socialdemocracia no está dando la medida, que históricamente es necesario dar, porque actualmente, las fuerzas productivas se ha separado de la fuerza de trabajo, y como históricamente las fuerzas productivas y la fuerza de trabajo eran una misma cosa, siempre disponible por una élite minoritaria, las consecuencias de las luchas por el reparto del mundo, tenían la solución napoleónica, una noche de sexo en París de su ejercito, pero actualmente, ni siquiera el objetivo es poblacional, es el modelo de sociedad del futuro en el que el trabajo, la fuerza de trabajo ya no puede ser agotada, desactivando toda la etapa vital de masas de individuos, de sociedades avanzadas, como la europea, o norteamericana -Méjico, Estados Unidos, Canadá- BRIC, etc., por eso, en algún apunte anterior mencioné la necesidad de la internacional, de la necesidad de dar respuesta a la economía a través de un congreso de fundación de la internacional en el que el partido presentara un proyecto de la sociedad futura, convocando junto a los delegados, a los economistas afines para discutir las líneas maestras, los criterios de funcionamiento de una economía al servicio de la humanidad, no al servicio de los mercados, no al servicio de las 147 transnacionales, que condicionan la economía, porque los problemas de nuestro tiempo son los que menciono, al menos, como yo lo veo, y de eso no se discutió en la conferencia, ni fuera de la conferencia, ni en España, ni en Europa, y los mercados, están preparando la solución, ¿Adivinan? Exacto. Guerra

jmrmesas

doce de noviembre de dos mil trece












































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