LA MESURA DESHONESTA
En esta conspiración de múltiples y variadísimos escenarios en el
que vivimos, de repente, aparecen sucesos que son más elocuentes que
todas las explicaciones que los medios afines a los dueños del mundo
intentan hacernos tragables los acontecimientos.
Esos medios, creadores de una opinión, acomodaticia y acomodable,
que prefieren un mundo sin ruido y sin sorpresas mientras los amos
del mundo nos empobrecen y nos humillan, son modosos con los
poderosos y crueles y inflexibles con los débiles.
De repente, un ciudadano, con cita previa en un consulado, entra para
hacer una gestión administrativa y no vuelve a salir por su pie.
El asesinato del periodista árabe Jamal Khashoggi, en el consulado
de Arabia Saudí en una ciudad turca, espeluzna, no tanto por la
crueldad de su asesinato, como por la sensación de impunidad
que retrata la perpetración del crimen. La sensación de impunidad
de los dueños del mundo, sin pudor para ocultar la perpetración de
hechos punibles, creyendo en su propio poder para asustar y silenciar
a una ciudadanía madura y cada vez más crítica, es indecente, es
deshonesto. Los lectores interesados pueden encontrar la descripción
del hecho en los medios y en la red, pero la horripilancia de la
acción perpetrada estriba en los métodos mafiosos, que, en
ocasiones nos han mostrado algunas películas hollywoodense, solo que
en este caso, no lo realizan pandilleros sino funcionarios de
un Estado, Arabia Saudí, en una sede diplomática y en
presencia del propio diplomático.
La sensación de impunidad de los ejecutores, deriva del hecho de
haberlo cometido un Estado aliado de Washington, y el cúmulo
de complicidades que la mesura de las “protestas” oficiales
exhiben para vanalizar el horror. ¿Es aceptable que la
gobernanza mafiosa pueda exhibir tal grado de moderación, cuando un
ciudadano entra en una sede diplomática y han de sacarlo en cuartos?
jmrmesas
diecinueve de octubre de dos mil dieciocho
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