domingo, 12 de septiembre de 2010

QUE CLASE DE CIENCIA ES LA ECONOMIA

La economía es una ciencia social, lo que quiere decir que a diferencia de las ciencias físicas y naturales, la comprobación de las tesis que propone son más difíciles de comprobar ya que su apreciación, su bondad o nocividad es interpretable por el conjunto de científicos que componen el colectivo. Aunque la ciencia, en general pueda parecer neutral, sin preferencias política-ideológica, en la medida que la ciencia se aplica en los ámbitos donde genera beneficios para el capital, hay tipos de disciplinas de ciencia que se patrocinan, unos sí, otros menos, y otros que son deliberadamente ignorados, y por tanto carentes de medios para su desarrollo. Pienso, por ejemplo en la industria de armamento, en la industria militar con todas sus diversas ramificaciones, ese tipo de industria potencia, patrocina y demanda un tipo de ciencia a la que el dinero llega sin problemas, porque rinde beneficios, mas beneficios, que pongamos por caso, patrocinar ciencia que haga de la enseñanza, del aprendizaje, de la pedagogía en general, el objeto de la investigación, así que, volviendo al tema de la economía, llego a la conclusión que una ciencia tan relacionada con la empresa y el poder político, está corroída por los intereses de los poderosos, y sus postulados, sus propuestas no son ajenas a la financiación que les llega, lo cual no quiere decir, que los que trabajan en ese campo, los economistas sean unos vendidos, sino que el hecho de estar próximos a las concepciones, juicios y valores de los poderosos, en cierto modo terminan permeabilizados por ese tipo de ideas dominantes.

Dos ejemplos. El señor Rodrigo Rato, efímero presidente del Fondo Monetario Internacional, a su regreso de su gestión al frente del organismo fue propuesto doctor honoris causa por la universidad Rey Juan Carlos, cuestión en la que no habría reparado a no ser porque el doctorado era por la disciplina de economía, en un momento en el que el fuego amigo del Lehman Brothers causaba bajas colaterales casi sin parar, con lo que me pregunto un pelín perplejo si tan apreciado baldón, no estará en relación, precisamente a la brevedad de su paso por tan nociva institución, porque como contribución a la ciencia económica, su actividad profesional parece discutible, y mucho más la de su o sus padrinos.

Otro ejemplo que suscita mi curiosidad es la especie de juegos florales entre dos notables economistas; J. Galbraith y P Krugman, el primero, autor de un inmisericorde informe sobre la complicidad de bancos y lasitud gubernamental sobre la crisis económica hecho a petición del Congreso de Estados Unidos, el segundo fue premio Nóbel de economía en 2008, ambos difieren en cuanto a medidas a tomar, pues mientras Krugman es partidario de meter dinero para evitar o cuando menos, mitigar la cantidad del paro, ya que en su percepción, el trabajo perdido es un terrible daño para la sociedad y para los trabajadores, mientras que Galbraith sin negar este hecho es más favorable a controlar el déficit, y tratando de hacer luz en tan complicado asunto, Krugman enfoca el tema desde una perspectiva teórica sobre la cantidad de masa monetaria que el sistema sería capaz de manejar. En esta especie de ordalía, ninguno se plantea que el sistema está agotado y que se necesitan cambios en la estructura, pues ambos consideran la propiedad privada como inamovible e inviolable, pese a la violabilidad de los miles personas de todos los mundos que mueren de desnutrición y de todo tipo de lacras subsanables con solo una parte de la fortuna de las doscientas veinticinco personas más ricas del mundo.

¿Qué clase de ciencia es la economía, cuando sus científicos permanecen indiferentes a los problemas que pueden ser subsanables cambiando las estructuras? ¿Será la economía como la alquimia?

Evidentemente la economía como ciencia demanda ser revisada de cabo a rabo, pues si sus estudiosos no son capaces de percibir los cambios, sus miembros se convierten en meros operadores del sistema, no en científicos. El capitalismo ha llevado a las fuerzas productivas al punto más alto al que la burguesía ha sido capaz de elevarlas, y esto se evidencia en la perfección y utilización de la mercancía más y mejor acabada por el modo de producción mercantil, el dinero; la utilización de dinero como medio de hacer dinero se evidencia en la proliferación de negocios bancarios cuya máxima representatividad se articula en la especulación financiera, encontrando esta en la bolsa su medio más idóneo para llevar a cabo sus propósitos de acumular dinero sin crear mercancías útiles para el conjunto social, pues la sociedad utiliza las mercancías para el fin para las que fueron concebidas, siendo el dinero mero instrumento de cambio, mientras que el financiero utiliza la mercancía particular –dinero- con objeto de acumular más dinero, se evidencia de este modo la divergencia que existe entre sociedad y capitalista, pues ambos utilizan las mercancías con criterios diferentes. Mientras el capitalismo fabricaba objetos útiles para el conjunto social, el capitalismo tenía una validez tolerable, pero en la actualidad el capitalismo creando dinero sin crear mercancías útiles para la sociedad no hace sino empobrecer al conjunto social, pese a existir medios materiales –fuerzas productivas- capaces de colmar las necesidades sociales básicas. Estas fuerzas productivas, que esencialmente es un concepto socio-económico quiere decir que en este preciso momento histórico el grado de manipulación de los instrumentos mecánicos que existen en la sociedad podrían ser utilizados aplicando toda la ciencia y la tecnología producida hasta ahora, no de manera artesanal, sino precisamente, de modo científico, y que si no se hace de este modo, es solo, porque no le resulta útil al capitalismo, a los capitalistas.

Esta capacidad de producir masivamente es un valor contradictorio con el modo de producción mercantil, ya que, el objetivo de la producción no está en función de la satisfacción de las necesidades sociales, sino que las necesidades se satisfacen en la medida que producen plusvalía, pero el resultado de este proceso es el desacuerdo entre fuerzas productivas y relaciones de producción, y esta contradicción, que según Marx es una señal que indica la inevitable confrontación entre lo viejo y lo nuevo, no es percibida con claridad, porque la inercia social, no exenta de una interesada manipulación ideológica, pues la vieja sociedad, ésta, no puede aceptar su final sin la lucha entre las necesidades sociales y unas fuerzas productivas, frenadas por una burguesía que hace de la ambición la divisa de su existencia.

De la ceguera ideológica podría ser ejemplo la lucha que se ha entablado alrededor de la actual crisis económico-financiera, pues las direcciones sindicales se obstinan en contestar, en toda Europa, las medidas de los “”mercados””, con acciones nacionales, y de este modo, mientras al grito de capitalistas de todos los países, unámonos, el proletariado responde desuniéndose, y demandando medidas que los respectivos gobiernos nacionales no quieren tomar.

La acción que habría que tomar en la próxima huelga general sería la de exigir por todos los medios la erradicación de los santuarios financieros, iniciar la movilización mundial contra los paraísos fiscales, la reforma fiscal para que paguen los ricos; si esto se hiciese, el impacto político, psicológico y mediático que tendría en la sociedad y en la moral de los trabajadores, desbloquearía la situación política, en toda Europa, y en España, por supuesto, porque no solo tocaría la cuestión económica sino que afectaría a toda la acción política, el Estatuto catalán, el bloqueo del Constitucional, y sobre todo, pondría la iniciativa en manos de las fuerzas que quieren romper los viejos hábitos en Izquierda Unida, y tal vez, en las próximas elecciones, el numero tres de las fuerzas políticas, se daría mucha prisa en reformar la ley electoral, porque Izquierda Unida podría ser el número uno.

jmrmesas.

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