lunes, 26 de julio de 2010

V A L O R

V A L O R


Cuando la productividad humana estaba limitada por la habilidad del artesano para manejar una pequeña herramienta manual, era imprescindible encontrar una medida de valor, fuera de toda duda, incuestionable en sí misma; desde la res al oro, está condensada la historia humana definiendo el valor, valor de cambio. En la actualidad, tal medida de valor es un convencionalismo, en torno a dós o trés monedas a lo sumo, las cuales expresan la creatividad humana para definir valor. En definitiva, esas monedas nos hablan de la utilidad del conocimiento como expresión de la creación de valor, de la capacidad del conocimiento para articularse en medidas prácticas que ponen a prueba los conocimientos obtenidos, es en suma otro aspecto del conocimiento: la técnica, la tecnología. El oro como medida de valor, ha pasado a tener, a ser un mero simbolismo, pues, es evidente, que la enorme cantidad de papel moneda, tanto circulando, por muchas vueltas que de, como el que no circula, en los circuítos legales, aunque en los vericuétos opacos si se emplea en la extorsión especulativa, no tiene su correspondiente cantidad de oro,es decir, que entre el papel moneda y el oro hay una considerable desigualdad, y sin embargo, este alejamiento del oro como expresión de valor, lejos de ser una desgracia es una buena noticia, pues es una señal inequívoca de dos cosas muy importantes, la primera es que la productividad humana se ha disparado convirtiendose en un valor en sí misma, y la segunda y más importante es la producción de conocimientos como productora de valor.
Este alejamiento del oro como expresión de valor, se ignora y disimula actualmente, más como una decisión política, que enmascara la internacionalización de las fuerzas productivas y permite despistar a una población demasiado absorta en los problemas de la supervivencia cotidiana, al tiempo que se burla la necesidad de encontrar una nueva medida de valor que ponga orden en un comercio mundial, y permita el despegue de las naciones que comienzan a desarrollar sus recursos.
Es evidente que la transferencia de recursos de las naciones con escaso desarrollo a las potentes economías se debe a un sistema monetario quebrado prácticamente desde su nacimiento cuando la pugna entre Europa -Keynes- y Estados Unidos -White-, tras la SGM, se saldó con la adopción del oro a 35 dolares la onza, que en la práctica daba en tierra con la necesidad de dotar al mundo con una moneda mundial, que era la pretensión europea. En, apenas treinta años, el oro dejó de ser la referencia, para las monedas siendo el dolar en la práctica la moneda mundial. Cuando la circulación del dolar se ha convertido ,solo en la capacidad de consumo norteamericano, dado que su déficit comercial queda muy por encima de su PIB, su única salida es facilitar la especulación contra otra moneda, que en cierto modo expresa la creación de valor, el euro.
Todo el oleaje de la deuda griega, los CDS, los bonos basuras, indices de miedo -VIX- y demás historias no es otra cosa que el resultado de la gran timba que un puñado de trileros, terroristas de las finanzas han convertido la economía financiera en detrimento de la economía productiva, haciendo de la bolsa el gran casino del mundo, y mientras, legiones de pobre gente las pasa tan mal que hasta se mueren, eso sí, con las bendiciones de los píos, de este mundo, que rezan por la salvación de sus almas porque por sus cuerpos no hicieron nada. ¿Por qué no exigir la erradicación de los santuarios financieros? ¿Qué puede perder la izquierda si reclama la erradicación de la cueva de alí babá y los cuarenta ladrones? ¿Que puede perder la izquierda si reclama el cierre del garito bursatil? ¿Acaso no nos damos cuenta que somos el pueblo trabajador, el que paga al estado, el que mantiene funcionando a la sociedad? ¿Qué necesidad tenemos los ciudadanos de un puñado de buitres carroñeros -perdón, buitres, vos si hacés un trabajo útil, los otros no-, que nadie ha elegido? ¿Por qué la huelga de septiembre no lleva esta reivindicación, de clase?
Evidentemente las 225 personas más ricas del mundo que acaparan la misma riqueza que la mitad de la humanidad, no van a estar de acuerdo, -igual hay una o dos que sí, pues a fin de cuentas, tambien tendrán su corazoncito y hay que confiar en el ser humano-, pero tampoco se trata de borrón y cuenta nueva, sino de emprender el camino hacia la justicia distributiva. Los pobres del mundo no sueñan con palacios ni con banquetes pantagruélicos, solo quieren comer a diario y unas condiciones de vida dignas, y tienen derecho a ello, solo por el hecho de haber sido nasciturus.
jmrmesas

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